¿Qué es?
Para comenzar a definir a La Asamblea regional de Ciudadanos diremos que la misma se recorta y se teje de las numerosas y pre existentes experiencias y vínculos regionales, a través del acuerdo y el diálogo participativo y protagónico de las más diversas personas y organizaciones sociales de Argentina, Perú, Bolivia, Uruguay, Chile y Paraguay. Ellos conforman una región que mantiene una inter relación dinámica y flexible con el resto de los países de Sudamérica.
El contexto en América Latina
Equipo de coordinación , 22 de noviembre de 2008
«Patria es humanidad, es aquella porción de humanidad que vemos más de cerca y en que nos tocó nacer… por lo que, de modo especial, allí está obligado el hombre a cumplir su deber de humanidad» José Martí
Poco antes de morir en la lucha por la tardía independencia de Cuba, el poeta, pensador, exiliado y diplomático cubano José Martí escribió aquellas palabras; según las cuales la patria es, explícitamente, una responsabilidad hacia la humanidad, allí donde es más viable, donde la tenemos más cerca, donde nos tocó en suerte nacer. La vigencia de esta concepción, que es parte ya del acervo cultural y ético latinoamericano, tuvo un feliz encuentro con un movimiento de carácter mundial, dando origen a un caminar, un pensar y un construir que lleva ya un rico año de recorrido. Se trata del nacimiento de la ASAMBLEA REGIONAL DE CIUDADANOS DEL CONO SUR.
La búsqueda
Los procesos de crisis y cambio cultural, profundos, propios de un cambio entero de época, vividos por el mundo a fines del siglo XX, la incontestable experiencia histórica de perversiones, crímenes y amenazas de todo tipo, surgidas por el desarrollo convencionalmente entendido hasta entonces, ya sea a manos del capitalismo liberal, el fascismo, o el socialismo real, desacreditaron, en mayor o menor medida, la fe en los grandes discursos y sentidos políticos, sociales y culturales. Conjuntamente, las viejas injusticias sociales de carácter estructural, las desigualdades ciudadanas y las exclusiones de la diferencia, continuaron y muchas veces aumentaron de magnitud, agudizando la crisis de las relaciones entre sociedad y medio ambiente.
La desalentadora mezcla de inseguridad social, incertezas filosóficas y quiebre de la confianza en la propia modernidad, dieron paso a dos grandes tendencias de actitudes opuestas que se combinan y superponen. Por un lado, la desesperanza en la especie humana (pesimismo) o en creer en alguna concepción de sentido para la realidad (nihilismo), y el concentrarse exclusivamente en la búsqueda del placer propio (hedonismo egoísta). Por otro, la idea de que toda aquella crisis, todos esos fenómenos, sumados a las amenazas de eventuales órdenes dictatoriales y deterioros ecológicos catastróficos, vuelven aún más imprescindible la preocupación de los individuos por un nuevo tipo de regulación, un nuevo contrato social, a escala local, regional y global; de modo tal, que la ciudadanía activa es no sólo deseable, sino imprescindible para extender, sustentar y profundizar auténticos órdenes democráticos, puesto que los puros mecanismos jurídicos e institucionales, si bien son imprescindibles, resultan insuficientes sin un grado necesario de esa virtud, preocupación y dedicación a los asuntos públicos por parte de los ciudadanos.
La necesidad de nuevos Marcos Éticos, Plurales y solidarios
Desde los primeros años de la década de 1990 estas inquietudes fueron catalizadas a través de una red de debates y acciones, empujadas por diversas personas y grupos. El eje ordenador de este proceso, que involucró a la más diversa gama de personas y organizaciones, era la coincidencia en la necesidad de Nuevos Marcos Éticos, plurales y solidarios. Como base de un nuevo pacto social, un inédito modo de construir y regular las relaciones humanas, referido esencialmente a los derechos de los otros, de las generaciones futuras, del medio ambiente y aún del universo por explorar. En una palabra, construir las bases de un nuevo modo de regulación de las relaciones sociales, basado en la responsabilidad y el protagonismo ciudadano de la sociedad civil.
Una concepción que no negaba el acumulado de reflexión y prácticas sociales de los Derechos Humanos, sino que lo actualizaba y completaba, para superar la crucial y crítica época alcanzada. Tampoco negaba la multiplicidad de otras iniciativas similares de búsqueda, como las cumbres alternativas, conferencias civiles y foros sociales mundiales. Por el contrario, se sabía y sentía parte de este gran movimiento de necesaria respuesta de la humanidad a la crisis civilizatoria global.
Un proceso mundial de cinco Asambleas de diversidad ciudadana, realizadas en junio de 2001, y culminados con la Asamblea Intercontinental de la ciudad francesa de Lille, en diciembre de ese año, fueron el epicentro que dio inició a un largo camino de reflexiones y prácticas colectivas y plurales en todo el mundo, que abarcó, a través de conferencias, encuentros y alianzas, reflexiones y acciones, prácticamente todos los continentes.
El encuentro
Al feliz encuentro de este proceso global, que se desarrolla en todas las regiones del mundo, vino la particular configuración cultural sudamericana. Allí donde la crisis y el cambio de época tiene sus especificas y urgentes formas, donde la memoria y el sentir son profundos y ricos, aunque también problemáticos y trágicos; al sur del mundo, este movimiento de reflexión y acción ciudadanas vino a fundirse en el telar de las luchas, las ideas y las voces por un nuevo horizonte regional como parte de un nuevo amanecer, plural y solidario, de la humanidad.
En la rica resistencia y búsqueda de alternativas a la globalización capitalista neoliberal, los pueblos sudamericanos también necesitan y buscan rehacer la geografía, reconfigurar los territorios. Las barreras geográficas y culturales, de origen colonialista, están crujiendo. Pero ello impone el colosal desafío de cambiar necesariamente la geometría política y la cultura, el modo mismo de pensar.
No inventamos nada, son procesos que ya están ocurriendo. La Asamblea regional de Ciudadanos se recorta y se teje de las numerosas y pre existentes experiencias y vínculos regionales, a través del acuerdo y el diálogo participativo y protagónico de las más diversas personas y organizaciones sociales de Argentina, Perú, Bolivia, Uruguay, Chile y, en ciernes, en Paraguay. Ellos conforman una región que mantiene una inter relación dinámica y flexible con el resto de los países de Sudamérica.