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Superar el resentimiento : desafió histórico para construir una gobernanza responsable y solidaria
Seminario realizado en Iquique el 5 y 6 de diciembre de 2008 con presencia de chilenos, peruanos, bolivianos y argentinos
Equipo de coordinación , 24 de diciembre de 2008
Por Arnaud Blin*
Iquique es una ciudad que los chilenos conocen bien. Más allá de sus playas, de su constante clima estival y de la magnífica arquitectura de su ciudad antigua, allí es donde se construyó uno de los mitos fundadores de la nación chilena. Como la mayoría de los mitos fundadores, éste tuvo como telón de fondo una batalla militar, unida a una redistribución geopolítica territorial y humillante (para los vencidos): ¿qué más pedir para garantizarse décadas de resentimientos entre los diversos protagonistas y sus descendientes, resentimientos cuidadosamente alimentados por los distintos gobiernos que se sucedieron al mando de los países involucrados, y difundidos por los medios de comunicación, ávidos de este tipo de venenos explosivos? Aquí, al igual que en la mayor parte de las regiones del mundo, el resentimiento ocupa un lugar histórico importante. Como si el rencor originado por la conquista y la colonización no hubiera sido suficiente, hubo que agregar una capa más. Eso ocurrió durante la famosa guerra del Pacífico. Todo en esta ciudad parece recordarnos esa guerra con cierta perversidad, si se tiene en cuenta la importancia que ese puerto tiene hoy para los peruanos y bolivianos. Estos últimos son los principales perjudicados por esa guerra, de la cual prontamente se conmemorarán los 130 años. ¡Casi nada!
En ese contexto histórico tuvo lugar, en el mes de diciembre pasado, un encuentro cuyo tema era el resentimiento. Los participantes, provenientes de diversos países del Cono Sur, y acompañados por algunos europeos –¡que conocen particularmente bien el tema!- debatieron durante dos días sobre la relación entre el resentimiento y la gobernanza. El encuentro fue organizado por el Foro por una nueva gobernanza mundial (París) y la Corporación Ayún (Santiago) y formaba parte de una serie de seminarios sobre la gobernanza mundial que se desarrollaron en distintas partes del mundo. El seminario de Iquique fue una continuación de los encuentros realizados en 2008 en Río, sobre la gobernanza del Amazonas, y en Kirguistán, sobre el futuro de Asia Central.
En Iquique, la escenografía es elocuente. El encuentro tuvo lugar en el hotel Arturo Prat, actor principal de la famosa batalla. En el desayuno previo al comienzo del encuentro, los participantes intercambian sus primeras impresiones en una sala dedicada a la gloria de ese 21 de mayo de 1879, cuyo recuerdo es glorioso para unos y siniestro para otros. Coincidencia: en el hall, la televisión pasa imágenes de manifestantes indios que, en Mumbai, agitan grandes pancartas que dicen « Anger, Resentment » : enojo, resentimiento. Sabemos por demás que el terrorismo vive, por decirlo de algún modo, del resentimiento, incluido el resentimiento entre civilizaciones. Una mirada a los periódicos expuestos en el hotel nos recuerda también que en los días precedentes a nuestro encuentro, una controversia había agitado a los medios chilenos y peruanos. En efecto, un general (peruano) se había ilustrado del mejor modo pronunciando en público palabras de odio contra los chilenos. El hecho llegó a provocar un principio de incidente diplomático, controlado afortunadamente con mayor o menor destreza por los gobernantes. Resentimiento, cuando nos invades…
A los organizadores del seminario no les fue difícil recordar a los participantes la presencia del resentimiento en las relaciones humanas del siglo XXI. En realidad, desde el fin de la guerra fría, la mayoría de los conflictos fueron provocados o alimentados por resentimientos más o menos fuertes, más o menos antiguos. Las guerras que tuvieron lugar en el continente africano en estos últimos años, el genocidio rwandés, el conflicto de Cercano Oriente, el terrorismo islamista, las tensiones entre China y Japón, entre India y Pakistán, la crisis de Darfur: todos estos conflictos más o menos violentos tienen como causa el resentimiento. ¿Y qué decir de los resentimientos alimentados por las flagrantes injusticias sociales y económicas, tan características del mundo contemporáneo como del mundo del pasado?
En otras partes, como en Irak por ejemplo, una guerra inútil -¿existen acaso guerras útiles?- es la que provoca un resentimiento que probablemente se perpetuará por décadas. La historia lo prueba una y otra vez: el resentimiento es muy a menudo un instrumento al servicio de los gobernantes, que no dudan en servirse de ese sentimiento viejo como el mundo. Con el pasar de las generaciones, la racionalización nacional del sentimiento de rencor impregna a los pueblos, a fuerza de propaganda y de costumbre, y se transforma duraderamente en odio del Otro, mucho tiempo después de que los individuos responsables ya hayan pasado a mejor vida. La historia europea, desde la Guerra de los Siete Años (1757-1763) hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, se resume en el plano geopolítico en una larga serie de conflictos hegemónicos, principalmente entre Francia y Prusia, luego Alemania, hábilmente mantenidos por el resentimiento causado por derrotas acompañadas de condiciones humillantes para los vencidos. Vemos que, a partir de 1945, la voluntad política de cambiar el curso de las cosas eliminó, en dos o tres generaciones, el resentimiento que alemanes y franceses sentían unos por otros desde hacía siglos. El resultado tiende a probar que el resentimiento entre los pueblos está lejos de ser una fatalidad histórica, cuando no es alimentado por los ideólogos.
En Iquique, la idea no era tanto debatir sobre el resentimiento en sí, sino más bien abrir nuevas pistas, intelectuales y prácticas, sobre el futuro de la gobernanza en esa región del mundo, a través del prisma del resentimiento. Los numerosos monumentos de la ciudad de Iquique, que participan en la elaboración del mito de la nación chilena, muestran bien el anacronismo de la visión nacional y nacionalista que gobierna sin embargo prácticamente a todos los países del mundo aún hoy, cuando el concepto de nación mismo, o más exactamente de Estado-nación, ya no tiene demasiado sentido. El contraste entre la presencia física de esos monumentos, estatuas y placas a la gloria de Arturo Prat y sus compañeros contrastaba con los debates que animaron las dos jornadas. Es cierto que los participantes presentes tenían, en su mayoría, una larga experiencia en asambleas ciudadanas o en movimientos sociales. También había entre ellos antiguos militantes del MIR (Chile y Perú), acostumbrados a cuestionar, y a combatir, las instituciones o los poderes vigentes. Los más jóvenes, habiendo trabajado en sindicatos, movimientos comunitarios o simplemente en foros sociales, no eran los menos experimentados. La presencia de campesinos aymaras ilustraba el hecho, a menudo escondido, de que esta región del cono sur no sólo alberga a Estados-naciones, sino sobre todo a naciones y pueblos con sus propias especificidades, y también sus propios resentimientos.
Como algo evidente, surgió rápidamente en los debates el hecho de que el resentimiento también puede convertirse en un instrumento positivo de gobernanza, que permita trascender las fronteras habituales e inventar nuevos discursos. El resentimiento nacido de la experiencia colonial, el que nace de las injusticias o de la mala gobernanza constituyen vectores que hacen posible una transformación profunda de la organización social, política y económica de los pueblos y poblaciones de la zona, en nombre de una nueva gobernanza responsable y solidaria. En tres palabras: una gobernanza legítima, eficaz y democrática.
El ejercicio permitió en primer lugar reflexionar profundamente sobre la gobernanza de la región y luego constatar las convergencias que pueden existir entre iniciativas y métodos complementarios ya aplicados en diversos sectores de la gobernanza, ya sea en las universidades o en los foros sociales, por ejemplo. En este ámbito, está claro que América Latina, con su larga experiencia de resistencia al poder, de desobediencia civil y también de mala gobernanza –terreno donde no está sola, ni mucho menos- es particularmente dinámica e inventiva. Si bien Europa demostró cómo construir un espacio continental sobre los escombros de la guerra y los resentimientos interestatales, América Latina, y en particular la zona del Cono Sur, deja entrever posibilidades en materia de gobernanza local, regional y continental que, actualmente, Europa no está en condiciones de implementar. En este ámbito los Estados, ampliamente impotentes, dejan lugar a una sociedad civil que no sólo crece y se internacionaliza constantemente sino que además redefine de algún modo las nuevas reglas de juego, especialmente en materia de gobernanza.
El filósofo alemán Max Scheler, en El Hombre del Resentimiento, proponía esta definición (del resentimiento) : Es una disposición psicológica de cierta permanencia, que, mediante una represión sistemática, libera algunas emociones y sentimientos de sí mismo normales e inherentes a los fundamentos de la naturaleza humana y tiende a provocar una deformación más o menos permanente del sentido de los valores y de la facultad de juicio. Hoy en día, pareciera ser que la explosión de emociones reprimidas durante mucho tiempo permite reinventar sistemas de gobernanza basados en sistemas de valores que defienden lo esencial: el ser humano, cualquiera sea su nacionalidad, su idioma, su sexo y sus preferencias sexuales, la naturaleza de su trabajo y el color de su piel.
* Coordinador del Foro para una Nueva Gobernanza Mundial
www.gobernanza-mundial.org
Especialista en relaciones internacionales e historia de conflictos. Autor de una quincena de libros sobre temas de geopolítica entre los cuales: “La Paix de Westphalie, 1648”,
Editorial Complexe, 2006 y “A History of Terrorism”, University of California Press, 2007.
Documentos
Artículo Monde diplo edición Chile - enero 2009
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